Susana Vivanco ,una compañera de trabajo ,sindicalista,del Area de Barrido,ha dejado de existir el dia Viernes 11 de Marzo del 2011,la infausta noticia nos llego cuando celebrabamos el DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER en la CASA DEL MAESTRO y en momento que la Regidora de la Municipalidad de Lima ,Ines Rodriguez ,hacia uso de la palabra.
Fue en esos momentos que todo el auditorio de la CASA del MAESTRO se convertio en llanto,una trabajadora tan querida dejaba de existir en el Hospital Almenara .
Hoy lamentablemente, nos encontramos no solo con la dolorosa noticia de su fallecimiento, sabemos que hemos perdido a un LUCHADORA.
Por tal motivo hacemos extensivo nuestras condolencias a sus padres, esposo, sus hijos, sus hermanos , y a toda el Area de Barrido porque no solo ha perdido a una compañera de trabajo, sino a un gran amiga y una gran persona.
y como un homenaje a esta gran madre y compañera de trabajo,publicaremos una entrevista que le hiciera el diario EL COMERCIO en el mes de Marzo del 2007.
http://elcomercio.pe/edicionimpresa/html/2006-05-10/impCronicas0503147.html
Escobas de medianoche por Walter Li Liza
OFICIOS
Mientras la ciudad duerme, 94 personas del servicio público de limpieza toman el Cercado de Lima armadas de escobas y tachos. Su trabajo, a pesar de ser minimizado por muchos al simple hecho de barrer, está lleno de peligros y situaciones insólitas. Han visto demasiado
Todo fue de improviso. Como una gran explosión por la espalda. Luego recuerda estar tendida en la acera. Primero confundida, después desesperada, gritando y pidiendo ayuda. Nelly Zegarra recibía sin clemencia un arsenal de patadas e insultos en plena calle Cailloma, a pocas cuadras de la plaza San Martín, sin que alguien hiciera algo. Era las dos de la mañana y por el lugar solo se veían algunas prostitutas. Intentaba defenderse, cubrirse con los brazos, las piernas, pero era imposible. "Si una señora no le grita al fumón, no me salvo. Lo único que le había pedido era que me dejara pasar para seguir limpiando. Solo eso", cuenta Nelly, quien pronto cumplirá nueve años como barrendera de Relima, la empresa encargada de la limpieza del Cercado de Lima. Nelly tiene la voz baja, las manos arrugadas y habla con la autoridad de haber pasado más de mil madrugadas barriendo las calles del centro. "A veces vemos cosas que ya ni nos impresionan. La gente ni se imagina".
No son como los bomberos que despiertan simpatía, pero tampoco poseen el halo polémico de los policías. Los barrenderos y barrenderas del Cercado pasan tan inadvertidos como un árbol en un parque. Poco se sabe de ellos: cuántos son, cuántas horas trabajan, cuánta distancia recorren. O incluso qué pasaría si un día desaparecieran. La respuesta es tan contundente como un buen escobazo en el hígado: Si dejarán de trabajar una semana, la basura acumulada en la avenida Abancay, por ejemplo, sería tan grande que no se podría caminar por sus veredas. Y las pistas estarían tomadas por los peatones. Y las tiendas y los negocios no tendrían clientela. Y el tránsito sería un gran gusano de automóviles que no se movería. Y todo sería lento, muy lento, lentísimo. Y los cerros de basura y polvo y desperdicios de esa arteria fundamental harían del centro un caos.
Son las diez de la noche y 94 personas, entre hombres y mujeres, abandonan el local principal de Relima, en el jirón Chota, y se dirigen a sus respectivas zonas de limpieza. Con sus uniformes color naranja cruzados por líneas amarillas fosforescentes, empujan sus tachos de basura. Cada una lleva un escobillón, una escoba y un recogedor. La tarea durará hasta las seis de la mañana. El refrigerio es a la medianoche: 45 minutos, no más. En parejas empiezan a cubrir distintas rutas que se entrelazan como una gran telaraña. Una pareja nunca pasa por donde pasó otra. Pueden recorrer un mismo cruce, pero desde caminos distintos. Sin darse cuenta perpetran la gran ironía de su oficio: limpian lo que mañana nuevamente estará sucio.
A PURO ESCOBAZO
De día o de noche, Lima es un campo minado. No solo han recibido ataques sin sentido como el que sufrió Nelly Zegarra, lo más común es que pirañas y adictos les roben sus escobas para romper unos cuantos huesos. "En medio de la calle cogen el escobillón para defenderse y golpear a otro", cuenta Susana Vivanco.
Pero aun más. La madrugada se ha llevado algunas vidas. El 18 de diciembre del 2004, Joaquina Campana limpiaba las primeras cuadras de la avenida Tacna. Si bien había colocado los conos de seguridad a unos metros de ella, eso no impidió que un auto que venía desde el puente Santa Rosa la arrollara. En un segundo, todo fue tragedia. Joaquina había cumplido con todas las normas: barría contra la dirección de los vehículos, su tacho no obstruía el camino, sus conos eran perfectamente visibles. Nunca se encontró al culpable de su muerte.
En los últimos dos años, diecisiete personas de Relima han sufrido accidentes de tránsito. "La gente nos ve y no les importa. Lo conductores son muy imprudentes", afirma Cecilia Tizón. En los cuatro años que lleva en este oficio ha visto conductores borrachos, oficinistas que se quedan dormidos en los semáforos, choques intempestivos. Son testigos de la noche. "Como somos mujeres se aprovechan. A mí me han tocado mañosos y exhibicionistas. En una época, un hombre siempre nos fastidiaba por la calle Moquegua. Un día lo agarramos a escobazos y no volvió más a mostrarnos nada", cuenta, entre risas, Marielena Céspedes. El 75% del personal de madrugada de esta empresa son mujeres.
La ciudad es un campo minado. Y no solo porque en su camino pueden encontrarse con cucarachas gigantes o perros atropellados, también encuentran botines de guerra. En febrero pasado dos mujeres hallaron cuatro granadas en la avenida Ramón Cárcamo. En aquella ocasión, el buen desempeño del personal de Relima hizo que la UDEX rápidamente cerrara la zona.
EN UN LUGAR DE LA NOCHE
"Cuando el trabajo está fuerte, en lo único que pienso es en terminar. En las zonas en que está tranquilo, es inevitable ponerte a pensar", confiesa Susana Vivanco. En el bolsillo lleva un mapa con las rutas de las más de cuarenta parejas que se encuentran en el Cercado esta noche, pero que recién verá a las seis de la mañana cuando todo acabe. Susana Vivanco habla de lo que muchas reconocen directa o indirectamente: su oficio les da espacio a pensar en muchas cosas.
"A veces levantas la cabeza y te das cuenta de que estás sola en una calle oscura. Barriendo y barriendo. Te deprimes por la soledad", cuenta Cecilia Tizón. Es la una de la madrugada y en la Plaza de Armas parejas de enamorados conversan en las bancas. Cecilia no voltea, no mira a nadie. Sus ojos, la única parte de su rostro que permite distinguir su mascarilla, no dicen nada. Las parejas ríen. Ella solo piensa en terminar su labor.
"En Relima les ofrecemos talleres de danzas, de antiestrés, incluso hay un coro. Mi tarea no es solo controlar. En cada parada intento acompañarlos. Ser su amigo", afirma Luis García, uno de los tres supervisores de madrugada que tiene la empresa. García anda en bicicleta y usa un teléfono Nextel para comunicarse con sus vehículos que tienen GPS, así conoce la posición exacta en caso de peligro. A García lo han asaltado tres veces.
OFICIO POCO RECONOCIDO
Ninguna imaginó que barrer pistas y veredas resultaría tan duro. Por el trabajo se encuentran expuestas a contraer males bronquiales, cólicos, dermatitis o tifoidea. Cualquier malestar hará que Luis las lleve al seguro durante la madrugada. "No hay que estar asustadas, pero sí prevenidas", dice Cecilia Tizón, quien camina en promedio una distancia de un kilómetro por jornada. Mil metros en los que puede pasar cualquier cosa.
"Muchas se han retirado en su primera salida. Dejaban el escobillón y se iban, porque esto es bien sacrificado", cuenta Susana Vivanco. Hoy las zonas más pesadas son Andahuaylas, Abancay, Ayacucho, Puno y 28 de Julio. Aunque nada se compara con los días festivos como la Procesión del Señor de los Milagros, Navidad o Año Nuevo. En la última procesión se recogió en un solo día 22 mil kilos de basura.
"Una termina acostumbrándose. La basura ya no da asco. Una llega a soportar los olores", afirma Susana Vivanco. Después de su ardua labor, algunas vuelven al local principal de Relima para bañarse y descansar algunas horas. Muchas se quedan allí hasta la hora del almuerzo. Otras regresan pronto a sus casas para atender a los hijos que deben ir al colegio.
"Me emociono cuando hablan sobre la Plaza de Armas, la alameda Chabuca Granda, el centro y su orden. No dicen mi nombre, pero sé que soy parte de esa gestión", dice Nelly y su sonrisa conmueve.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario